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El suelo como reactor de los procesos de regulación funcional de los agroecosistemas
Abstract
Los suelos, como cuerpos vivientes en constante evolución, están dotados de una memoria alojada en su componente orgánico (Janzen, 2005). Ésta constituye una muy pequeña fracción del todo, pero su dinámica tiene un impacto muy significativo que se expresa a diferentes escalas de tiempo y espacio: pequeños cambios generalizados en su contenido pueden afectar la fertilidad a nivel de un lote y, al mismo tiempo, el clima del planeta (Dignac et al., 2017).
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Los suelos, como cuerpos vivientes en constante evolución, están dotados de una memoria alojada en su componente orgánico (Janzen, 2005). Ésta constituye una muy pequeña fracción del todo, pero su dinámica tiene un impacto muy significativo que se expresa a diferentes escalas de tiempo y espacio: pequeños cambios generalizados en su contenido pueden afectar la fertilidad a nivel de un lote y, al mismo tiempo, el clima del planeta (Dignac et al., 2017). Además, como complejos sistemas porosos, constituye el mayor filtro físico (remueve las partículas suspendidas en el agua), el mayor reactor químico (remueve las sustancias químicas
disueltas en el agua) y el mayor bioreactor del planeta (transforma y degrada las sustancias químicas por acción de los microrganismos que lo habitan) (Richter, 1987). Un suelo perfecto tiene una distribución de poros de diferentes tamaños que pueden filtrar el agua y permitir un movimiento adecuado a través de su matriz. El suelo tiene una carga neta negativa (-) que desencadena la adsorción de iones cargados positivamente (+) del agua en movimiento. Otras sustancias químicas son eliminadas por el suelo al convertirse en parte de su estructura, a través del enlace covalente. Dentro del suelo, las bacterias y los hongos transforman y descomponen los productos químicos. El ciclo del nitrógeno depende especialmente del reactor del suelo. Los microbios cambian las formas orgánicas de nitrógeno al ion amonio. Otros microbios lo cambian de amonio a nitrato, y otros transforman el nitrato a nitrógeno gaseoso, que luego ingresa a la atmósfera.De manera similar, si el suelo “detecta” un contaminante orgánico, los microbios se ponen a trabajar transformándolo y descomponiéndolo, por lo que eventualmente se convierte en dióxido de carbono y agua. El efecto neto es que el suelo brinda un servicio a la sociedad. Limpia el agua que llega a ríos y arroyos. Ayuda a mantener el agua limpia para que la usemos y para que la vida silvestre sobreviva. Si no cuidamos el “reactor más grande del planeta”, podemos destruir los servicios que proporciona y dañar nuestro medio ambiente en el proceso (Comerford, 2013).
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Fuente
El suelo como reactor de los procesos de regulación funcional de los agroecosistemas / J. Ullé y B. M. Diaz (Eds.). San Pedro, Buenos Aires : Ediciones INTA, 2018. Introducción, p. 9-27
Date
2018-12
Editorial
Ediciones INTA
ISBN
978-987-521-948-9
Formato
pdf
Tipo de documento
parte de libro
Palabras Claves
Derechos de acceso
Abierto
